Pues que me puse a terminar esta idea que por ahi tenía de una de mis amadas OTPs y que se fue a la mierda por razones que ya sabemos XD el punto es que ninguno de los personajes aqui mencionados son mios, y que no lucro y blablablah....
No tiene demasiado sentido ni un título pero MEH... francamente es lo de menos.
No entendía porque había aceptado su ayuda, o porque se estaba esmerando tanto en acondicionar el lugar que francamente era una mugre, tal vez se debiera a que a ella le agradaba, o tal vez simplemente a saber que era el único techo que tenía bajo su cabeza y que estaba trabajando arduamente para mantenerlo en buen estado porque a nadie le gusta vivir con la inminente sensación de que vas a terminar enterrado mientras duermes entre escombros de madera podrida gracias a las termitas… eso le agradaría ella. El pensamiento le hizo sonreír mientras se arremangaba las manos y martillaba la viga que había dispuesto en el techo con algo de magia. Con los clavos en la boca y su atención en lo que estaba haciendo no fuera a quedarse sin dedos, trabajaba con cierta dedicación, al final era lo menos que podía hacer si estaba siendo contratado para eso, cuidar el lugar por la noche, no fuera alguien a entrar a robarse algo, que lo dudaba porque la librería apenas y sobrevivía, y dos arreglar el espacio, con un poco de ayuda mágica, no vamos a decir que no.
La librería seguía pareciendo un despojo, pero era habitable con las reparciones suficientes, el segundo piso se había convertido en su ‘casa’ con el permiso del dueño y la intervención oportuna de su ex capitana de equipo, quien cohabitaba en la primera planta de la misma manera en que lo hacía el viejo señor Noel, al menos mientras el hombre volvía, aunque para ser justos era probable que no lo hiciera, la familia estaba tan desentendida de la propiedad que poco les importaba si se clausuraba el espacio o si se caía a pedazos, el terreno no valía nada y la propiedad en sí sola se caía a pedazos, así que de momento estaba ahí, olvidada al cuidado de una chica seria y tenebrosa que parecía ir con la decoración del lugar.
Escuchó cuando sonó la campanilla de la puerta trasera de la librería y en segundos el aroma a pizza subió por el lugar logrando que sus tripas gruñeran y se le hiciera agua la boca, los pasos suaves y rápidos de su compañera eran audibles gracias al rechinar de la madera. Tocó la puerta y entró sin esperar a que la invitara a pasar, no es que fuera a negarse, estaba hambriento, pero no estaba muy presentable. Traía una camisa sin mangas bastante sucia, se había hecho el cabello hacia atrás con una bandana y aceptémoslo, no olía bien porque había estado trabajando todo el día.
-Traje pizza- dijo Alessa en su tono monocorde y sin expresión alguna en el rostro mientras entraba en el lugar.
-Genial! Dime que no es vegetariana… otra vez – le dijo mientras terminaba de asegurar la viga y se guardaba el martillo en el cinturón de herramientas y los clavos sobrantes en el bolsillo y bajaba de la escalera con cuidado, la última vez Alessa lo había llevado a San Mungo porque por saltar de ella se había roto el tobillo.
-Cuando pagues la pizza podrás elegir el sabor – le había dicho en el mismo tono sin expresión alguna en el rostro… o al menos eso le parecía, por que sus labios se habían curvado hacia arriba levemente un par de segundos. Siempre había sido un despistado, pero ahora era más sencillo notar esos pequeños detalles.
- Se me olvida que soy pobre- le dijo de buen humor caminando hacia el lavabo que estaba en una esquina de la habitación, abriendo la llave que en hizo un extraño ruido antes de que borboteara un par de chorros de agua roja y el tercero saliera limpia.
-Es de lomo canadiense y salchicha, con extra queso – aseguró mientras sacaba la varita y con destreza limpiaba la pequeña mesa y colocaba ahí la pizza junto con un par de servilletas. Nate terminó de lavarse el rostro y las manos y sacó un par de vasos de la alacena que colocó junto con un par de platos, ni siquiera hacían juego pero ambos estaban acostumbrados y no parecía molestarles lo modesto del mobiliario o de los utensilios para cenar, al final era pizza, no necesitaban más que manos.
-Tiene veneno para ratas o algo así?- preguntó un tanto divertido mirándola, estaba acostumbrado a ella, ya no se sentía intimidado con las chicas bonitas, podía hablar con Alessa de cualquier cosa, incluso a bromear con ella, le había tendido una mano en un momento de necesidad y compartir espacio con ella no era malo, considerando que casi nunca estaba en las mañanas, era como vivir solo con un roomie nada problemático.
-… tal vez- le dijo hincando un hombro, tan seria como siempre, cualquiera hubiese tenido escalofrío recorriéndole la espalda por las formas de la chica, él simplemente había sonreído de buena gana.
-Tengo soda de dieta en el frigorífico- le dijo Nate mientras ella iba a lavarse las manos también al lavabo.
-Me parece bien que trates de guardar la línea- contestó ella en un sutíl pero evidente sarcasmo. Hasta hace un par de meses, Nate había estado prácticamente en los huesos, comiendo cuando podía o cuando tenía para comer, no podía decir que no la había pasado mal cuando sus padres lo desheredaron y se quedó en la calle con tan sólo lo que traía puesto, ahora no era el mismo, se había fortalecido, trabajaba para su excapitana por comida y techo, ese había sido el trato, él cuidaría de su amada librería y haría las reparaciones necesarias por quedarse en el lugar y una paga en dinero muggle que le funcionaba para comprar lo necesario, al menos mientras se ocupaba de tener otros trabajos, porque los tenía.
-Estas diciéndome que estoy gordo?-le preguntó de buen humor mientras colocaba el banquillo que ella siempre usaba frente al de él y no a un lado. Alessa sabía que lo hacía porque apestaba… literalmente, no que le molestara pero apreciaba el gesto.
- No lo sé Townshend, tal vez si un poco- agregó siguiéndole la broma en ese tono serio que rompía totalmente el humor del momento, sin embargo Nate había reído de buena gana, Alessa podía tener cara de ángel y un alma oscura que iba totalmente acorde al lugar, pero su incapacidad para imprimir algo de emoción a sus palabras era… épica. – Traje vino, hoy vamos a celebrar – dijo en el mismo tono mientras mojaba una toallaen el agua y envolvía la botella de vino que sacaba de su bolso para meterla en la nevera.
Ambos comieron de buena gana, Nate le comentó los avances que había tenido, no necesitaba decirle, los notaba, él chico era talentoso en muchos sentidos, no sólo tocaba bien la guitarra, también había logrado que fuera habitable el segundo piso del lugar cuando de inicio había estado completamente clausurado.
-Vas a decirme el motivo por el cual celebramos?- le preguntó Nate mientras servía el segundo vaso de vino para ambos.
-El gato negro…voy a comprarlo, el señor Noel ha dicho que si- le dijo así de la nada, volteando a ver el lugar y por primera vez probablemente desde hacía mucho tiempo, si no es decir que nunca, había visto a Alessa sonreir de forma muy sincera, su corazón dio un pequeño vuelco sintiendo que se sonrojaba, para su fortuna, podía echarle la culpa al vino.- Usaré la parte de la herencia de mi padre- agregó.
Nate sabía de fuente directa que la relación de Alessa con su padre había sido de las peores de la historia, el hombre era el muggle más muggle que había conocido, la había desconocido cuando supo que era bruja y se había olvidado de ella, era una suerte que cuando muriera no la hubiese olvidado en el testamento; sabía que la chica-vampiro, había tenido su conflicto para aceptar el dinero de la herencia, pero también sabía que El Gato Negro era lo que quería y que ese dinero si bien no compensaba los años de abandono, al menos le daba algo que si amaba.
Se quedó pasmado un poco con la noticia, tal vez porque eso significaba que su estancia ahí iba a ser mucho más pasajera de lo que estaba esperando, sin embargo Alessa podía leerlo con una facilidad extraordinaria, mucho más de lo que alguien podía leerla a ella y a su expresión de nada en el rostro.
-Descuida, nuestro trato seguirá siendo el mismo, mi trabajo en el Ministerios va a requerir tiempo y no voy a poder ocuparme por completo, te necesito aquí – le había dicho mirándole a los ojos, de nuevo las últimas palabras rebotaron en su cabeza, los efectos del vino debían de ser fuertes, miró la botella y la etiqueta, era vino Birkin… mágico, ugh ahora entendía por qué se sentía así en esos momentos.
-Brindemos entonces… jefa- le dijo divertido mientras se ponía de pie y se acercaba hacia ella para ofrecerle la mano y ayudarla a ponerse de pie, no sabía si Alessa la tomaría, ya que era muy reticente en cuanto a que alguien la tocara, pero hizo el intento de todas formas.
Alessa lo miró y se puso de pie sin tomar su mano extendiendo su vaso para que le sirviera más vino, de pie frente a él ambos chocaron sus vasos- Por la nueva dueña – le dijo con ese tono solemne que no había perdido de sus años de niño rico y una sonrisa un poco más desinhibido, culpa del vino… recordemos.
Bebieron hasta que la botella se terminó, Nate se había puesto a cantar con su guitarra paseando por el lugar mientras ella sentada en el suelo sobre el tapete junto a la cama del muchacho lo miraba seria con las mejillas sonrojadas por el vino, tan seria y taciturna como siempre, con esa expresión de nada en el rostro, cuando escucharon las campanas del reloj de péndulo de la librería, las dos de la mañana.
-Necesito dormir… vamos a la cama- dijo Alessa mientras se ponía de pie, sintiéndose mareada, Nate se acercó a ella entre risas y la tomó del brazo para levantarla, la chica se tensó ante el contacto pero como había sido demasiado rápido no había dicho nada
-Ya me estás haciendo propuestas indecentes, jefa?-le preguntó de buen humor mientras la soltaba, la muchacha ni siquiera contestó, simplemente lo había mirado seria… como siempre, Alessa se acercó fijando sus ojos castaños en los de él.
-Si quisiera hacerte una propuesta indecente lo haría, no necesito estar alcoholizada para hacerlo- le dijo con toda esa simpleza y practicidad que la caracterizaba. Nate había pasado mucho tiempo lejos como para saber que la chica-vampiro no se andaba por las ramas cuando quería algo. El chico la miró tragando saliva un tanto intimidado por tal declaración, Alessa le regaló una sonrisa que bien podría haber intuído estaba llena de dobles intenciones y dio media vuelta para salir por la puerta hacia el piso de abajo.
Nate apretó los ojos bufando, sintiéndose un tanto patético, después de su relación previa había quedado bastante oxidado en lo que se refería a tratar con mujeres, sin embargo Alessa era ese tipo de chica que te hiela la sangre en cuanto la ves por primera vez, fuera por su aura de bruja oscura rodeada de misticismo que ahora siendo inefable sólo se acentuaba o por el hecho de que era extremadamente bonita y parecía no importarle, porque esa era la impresión que le daba, no era como esas chicas que acentuaban lo más bonito en ellas, la chica-vampiro, mote que había tenido desde sus años en Hogwarts, seguía siendo la rarita.
-Una rarita muy sexy… - se dijo con pesar sintiéndose frustrado – necesito una ducha fría- agregó pasándose una mano por el cabello y sacándose de camino al baño la camiseta sucia, el alcohol no ayudaba a ponerle un freno a la fantasía. El problema con Alessa es que parecía no sentir ningún tipo de interés romántico en nadie y si lo hacía, no expresaba nada, era difícil leerla cuando sólo tenía una expresión en el rostro que a veces modificaba con sutilezas imperceptibles que había que aprender a detectar muy bien.
-ARGH- se lamentó mientras entraba al agua fría, tal vez había pasado demasiado tiempo sin novia, tal vez extrañaba demasiado la sensación de estar con alguien de nuevo, tal vez sólo necesitaba satisfacer una necesidad básica, tal vez su ex se le había metido tanto en la cabeza que lo había arruinado para otras chicas, tal vez debería ser como Ethan, aunque bien sabía que su mejor amigo no se había sacado de la cabeza a cierta bailarina y que ahora había vuelto a las andadas, él no. Nate sólo había conocido el amor de una mujer y todo se había ido a la mierda demasiado rápido.
Los días habían pasado de lo más normales, ocupándose del mantenimiento del lugar mientras ella administraba, la compra de El Gato Negro se había hecho oficial, las escrituras se habían firmado bajo poder notarial y Alessa era la nueva dueña, mientras él seguía siendo su inquilino. No que en algo cambiara la situación, aunque para ser justos estaba saliendo un poco más, tal vez necesitaba volver al ruedo y socializar con más chicas, tal vez hubiera alguna que le llamara la atención, así que comenzó a salir con Ethan a fiestas, en las que terminaba revolcándose con alguna desconocida a la que no había necesidad de preguntarle el nombre porque no se quedaba lo suficiente como para querer preguntárselo.
-Te divertiste?- le preguntó con su tono monocorde una madrugada, sacándole un gran susto porque había aparecido de entre las sombras de los estantes de libros. Con unas gafas sobre la nariz que acomodó en su serio semblante y la varita con su punta encendida en un lumos tenue, cargando un par de libros en el brazo.
-Por Merlín, Alessa! Casi me matas del susto!!- le había reprochado llevándose una mano al pecho, sintiendo como su corazón se aceleraba por la adrenalina. La chica simplemente había suspirado, como si le hubiese dado cierto placer haber causado esa impresión en él, al final no recordaba que la excapitana del equipo de quidditch de Ravenclaw también había sido la presidenta del Club del Miedo en sus años de escuela.
- Hay una gotera en el sótano, no olvides arreglarla mañana- le dijo en el mismo tono dando media vuelta y volviendo a desaparecer entre los estantes. Nate la había mirado y había asentido aún con la mano sobre el pecho, había subido a su piso con rapidez, sintiéndose un tanto molesto, como si el que ella lo hubiera encontrado llegando de una noche de juerga fuera algo malo, algo parecido a culpa, lo que era extraño porque no tendría por qué sentir culpa, es decir, Alessa y él cohabitaban pero no tenían ningún tipo de relación, es decir, ambos hacían de sus vidas lo que querían, ni siquiera se avisaban si iban a salir o no, eran dos extraños conocidos que vivían juntos… pero porqué sentía esa cosa dentro suyo, como si el hecho de que ella supiera exactamente lo que había estado haciendo fuera malo, es decir, no es que lo hubiese tenido escrito en la cara y ella no era su madre, ni su novia para el caso! Pero Merlín!! Lo estaba volviendo loco el pensamiento!.
No pudo dormir esa noche, incluso si había quedado completamente agotado, el pensamiento de Alessa descubriéndolo había sido demasiado para procesar, aun si sabía a la perfección que a la mañana siguiente la chica ni siquiera iba a mencionar el evento, esa indiferencia podía ponerlo de malhumor.
Las dos noches siguientes ni siquiera había salido, tal vez pretextando sentirse cansado, lo cierto es que se había dedicado a leer un buen rato hasta quedarse completamente dormido, lo despertó el rechinido en la puerta, abrió los ojos incorporándose sobre un brazo mirándola entrar en la habitación, sin hacer ruido.
-Pasa algo?- preguntó adormilado todavía, Alessa negó con la cabeza de pie junto a su cama sin que una sola palabra saliera de sus labios, lo miró con una media sonrisa y sin más se deshizo de su bata y se inclinó hacia él besando sus labios suavemente, lo que lo tomó por completa sorpresa, sin embargo se recompuso lo suficientemente rápido para corresponder a su beso y tomar un poco el control de la situación jalando a la chica hacia él para que cayera entre sus brazos.
Alessa había reído un poco y eso le había encantado, volvió a abrir los ojos mientras la besaba y rodó con ella en la cama para quedar encima sosteniéndose con rodillas y manos para no caerle con todo el peso, la miró sin poder creerse lo que estaba ocurriendo, ella le miró recostada sobre su cama y le sonrió de esa forma que lo hizo explotar por dentro, así que era eso, la rarita le gustaba, ya lo sabía, sólo no estaba tan seguro de que fuera mutuo.
Todo fue un encuentro de piel cuando la tela entre ellos le estorbó, no recordaba haber probado una piel tan dulce o tan suave, con ese penetrante aroma a granada, no recordaba haber escuchado sonidos tan placenteros como aquellos jadeos que brotaban de su garganta mientras la poseía, no recordaba haber pasado una noche así con nadie, las descargas eléctricas que le recorrían la piel, anunciando un climax que quería alargar hasta que…. Sonó la maldita alarma del despertador y terminó rodando en la cama hasta caer de ella dándose un buen golpe.
Gruñó de frustración al notar que estaba solo en la habitación, que Alessa había sido un sueño.
-Un maldito y extraordinario sueño! En qué carajo estoy pensando?!- se dijo así mismo frustrado llevándose ambas manos a la cabeza, molesto consigo mismo al descubrir aquello que su corazón había estado deseando probablemente desde que hizo ese trato con ella.- soy patético- se flageló así mismo lanzando el despertador hasta el otro lado de la habitación estrellándolo con fuerza contra la pared, en la que obviamente hizo un pequeño hueco.
Esa mañana cuando bajó a la librería, ni siquiera la miró mientras leía el Profeta sentada detrás del mostrador, con una taza de té frente a ella, ni una palabra le dirigió cuando salió del lugar.
Tres semanas habían pasado cuando abrió la puerta trasera de la librería, era temprano, casi las diez de la noche, estaba seguro de que Alessa probablemente tendría algo que decirle, se había ido por tres semanas sin decir a donde, sin embargo no había podido quedarse, no si verla a los ojos implicaba recordar ese sueño, que seamos honestos, se había vuelto recurrente. Su mente estaba bastante ocupada tratando de desterrar el recuerdo de ella con otras mujeres y simplemente no podía hacerlo porque revolcarse con ellas y poner el rostro de Alessa en sus caras se había vuelto casi un hábito, un hábito insoportable.
Subió las escaleras, tal vez tocaría a su puerta y le pediría que hablaran acerca de lo que estaba pasando con él… claro si no fuera tan cobarde lo haría, confrontar a su excapitana no era una opción, es decir, ella siempre lo miraba como si supiera absolutamente todo lo que pensaba. Era demasiado cobarde para hablarle de frente, para decirle que le gustaba, porque era eso no?? Un tipo de despertar hormonal porque la mina estaba buena. Negó con la cabeza, era más simple inventar algún problema familiar, aunque tenía la impresión de que ella no iba a preguntarle nada. Pasaría de largo su puerta, sin siquiera mirarla, sin embargo la puerta estaba abierta y al fondo estaba ella, sentada a horcajadas sobre el diván que utilizaba para leer y no estaba sola, inclinada besaba a un tipo de cabello rubio y lacio que la estrechaba por la cintura pegándola a él con una mano mientras la otra sostenía su cabeza que recorría su línea mandibular, envueltos en una manta roja.
Probablemente lo que más impresión le daba no era encontrarla con la blusa abierta y sostenida en la coyuntura de sus codos, o que la atrevida mano de él la hubiera soltado para deslizar el tirante de su sostén fuera de su hombro para inclinarse a besarlo con lo que describiría casi como devoción. No, era el hecho de que ella sonreía, lo hacía como nunca la había visto, con deseo, con emoción plasmada en su rostro y en sus ojos. En ese rostro que nunca tenía una expresión de felicidad o tristeza.
La miró fijo, porque no sabía si odiarla por el hecho de que no era él a quien le ofrecía sus favores, porque era a otro a quien le dedicaba esa sonrisa o porque simplemente no tenía cabida en su vida de esa forma. Tal vez la había visto con demasiada intensidad, tal vez había excedido su tiempo mirando lo que él mismo hacía con otras chicas pero estaba seguro de que ella había volteado a verlo y había fijado sus ojos oscuros en él, hasta que el tipo rubio la había jalado del cabello a la altura de la nuca para acercarla y morder su cuello, logrando que lo perdiera de vista mientras arqueaba la espalda.
Fue la señal para salir de ese embrujo que lo había mantenido atento a ella, pendiente de cada respiración o sonido que salía de su garganta, odiándola un poco más porque la idea de tenerla ahora era más que imposible sabiendo que ella tenía a alguien. Subió a su habitación y azotó la puerta sin que la pareja se inmutara del ruido. Nate se recargó sobre la puerta llevándose una mano a la cara y restregándosela como si quisiera borrar de su cabeza aquellos ojos que lo habían visto, sonrojado golpeó con fuerza el muro, la odiaba, con toda el alma, la odiaba… o no?
Con el sonido de la puerta Basil se puso un poco alerta levantando el rostro y mirando hacia el techo, Alessa lo tomó con ambas manos por las mejillas y volvió a besar sus labios.
-Hey, no te distraigas –le pidió con una sonrisa en un susurro suave antes de que él volviera su vista a ella, sus ojos café y azul se posaron en los de ella con una sonrisa, olvidando el incidente porque ella comenzaba a mover sus caderas contra él de forma cadenciosa, incitadora. Ella adoraba sus ojos, encontraba fascinante la heterocromía en ellos y Basil si bien no estaba tan de acuerdo con ello le complacía que a ella le gustara eso de él. Aunque para ser justos, la rarita le gustaba demasiado y para su desgracia era probable que ella lo supiera, porque parecía saberlo todo, más aún sabía que estaba perdido entre sus brazos y no le molestaba en lo absoluto una vez que lo hubo aceptado.
Desde aquella vez en el ensayo de la obra escolar, cuando la había besado por primera vez, o cuando había quedado establecido que le gustaba lo suficiente como para besuquearse con ella en una mazmorra en sus años escolares, escondidos de la mirada de su entonces novia, había elegido a la rara del curso por sobre la hermosa, encantadora y rica Joanne Bagnold y lo sabía. Reencontrarse con ella saliendo del colegio había sido parte esencial para que siguieran esos encuentros a espaldas de su familia, porque tenía una reputación que guardar, pero la simple idea de no llegar con ella a ese punto era imposible de sobrellevar.
Al principio había creído que realmente lo había hechizado para que no pudiera dejar de pensar en ella, que de verdad le había caído una maldición en la que ella se convertía en su obsesión, una de la que no podía escapar, una adicción tan dulce y placentera a la que no podía renunciar o abstenerse. Al principio creyó que sólo necesitaba una noche con ella, obtener aquello que deseaba y sus ganas de buscarla para robar sus besos y caricias desaparecerían, sin embargo no había sido así. No sabía la poderosa influencia que podía ser Alessa Greystone en su mente, una vez no había sido suficiente, apenas había probado un poco de ella y no quería dejarla más y eso era más que peligroso, no es que le importara la apariencia, hacía mucho tiempo que había dejado de lado querer pretender, al menos con ella que aceptaba su lado B sin problema. Era más el hecho de que ella podía ser aterradora y no en ese sentido en el que a ella le gustaba pensar de sí misma como foco protagonista de pesadillas o alguna película muggle de horror, aterradora en ese sentido en el que no podía leerla y sabía que podía arrancarle el corazón y desecharlo sin ningún problema… o no, ella nunca daba demasiadas señales de sus sentimientos o de si estaba tan enganchada con él como él lo estaba con ella.
Aquella primera noche juntos ella ni siquiera se había quedado en la habitación, cuando había despertado ella ya se había marchado, sin despedirse, sin decir una sola palabra de lo ocurrido, había creído que era lo mejor, sin dramas, sin ataduras, sin escándalos, era simple, práctico y eso le agradaba, creyó que así sería pero habían pasado un par de semanas cuando él mismo había ido a buscarla a las puertas de la misma academia en donde estudiaba para reclamarle el hecho de que ni siquiera le hubiese mandado una lechuza, fue una sorpresa cuando de la nada estando frente a frente la había jalado del cuello de su camisa y la había besado en público, sin importarle que alguien los mirara o les prestara atención, una sensación bastante compleja, diferente y ciertamente satisfactoria en otro nivel, pues la libertad que había sentido en ese momento sólo era el reflejo de cómo se sentía con ella a su lado.
Lo había despedido al alba, envuelta en una sábana, con el cabello suelto y las marcas de su paso por ella en el cuerpo. Nate lo había visto desde la ventana, no había pegado el ojo en toda la noche, no podía, tal vez ahora que sabía que su excapitana tenía una pareja estable él no debía estar ahí cohabitando con ella, no si sentía cosas por ella no necesariamente a nivel romántico, es decir que le importaba si estaba con aquel rubio que le parecía tan familiar. Al final el sueño lo venció.
Despertó dos horas después con el penetrante aroma a café y tocino friéndose en el sartén, se le hizo agua la boca, sin más bajó al piso de ella, la puerta de Alessa permanecía abierta como la noche anterior, escuchó el crepitar del tocino sobre el sartén y su estómago gruñó.
-Buen día- escuchó en cuanto se asomó por la puerta en ese tono familiar y monocorde.
-Buenos días- le dijo sin mirarla realmente, estaba usando unos jeans negros y una blusa en color rojo sangre, muy a su estilo.
-Te hice huevos con tocino- le dijo mientras servía en el plato y lo pasaba a la mesa
-… Gracias…- contestó casi de forma mecánica, no entendía porque no le estaba reclamando nada acerca de su ausencia de tres semanas, aunque si ella había estado ocupada, probablemente ni siquiera lo hubiese notado, eso le fastidio un poco.
Alessa se acercó a la mesa y tomó su propio plato con avena y agua y un par de rodajas de manzana, sentándose como siempre frente a él sirviendo un poco de jugo que tenía en la nevera en los vasos.
-Yo…. Comenzó a decir, sin embargo se interrumpió cuando ella tomó el Profeta y comenzó a leerlo
-Tú?.. – agregó sin mirarlo.
-Nada
Desayunaron en completo silencio, no podía dejarlo ahí, tal vez era el momento de despedirse, de empezar a forjar algo en serio y tomarse más como adulto responsable.
-Anoche…- comenzó a decir sin realmente saber hacia donde manejar la situación.
-Nate… sé que me viste- le dijo sin levantar la vista del periódico
-Perdón- dijo casi de forma refleja, la chica-vampiro por fin lo miró con una ceja en alto, en silencio, Nate se sonrojó con intensidad sosteniendo la mirada de su excapitana que después de un par de segundos de contemplación en silencio volvió su vista hacia el periódico sin expresión alguna en el rostro.
-…No hagas de esto ‘una cosa’- le pidió Alessa en su singular tono monocorde sin darle importancia. Soltó el tenedor con el que estaba comiendo sintiendo como le temblaba el cuerpo de esa furia contenida que no sabía que podía sentir hasta que salió de su boca aquella frase.
-Una cosa? UNA COSA?! Como carajos se hace de esto una cosa, Greystone?- le preguntó encabronado con ella – No es que a mi me importe que te estés revolcando con un cabeza hueca bonito por su dinero!- le dijo molesto mientras estiraba la mano para sacarle de enfrente a la muchacha el periódico y al menos lo mirara mientras tenía algo que decir.
Alessa soltó la hoja del periódico y lo miró inexpresiva y seria a los ojos mientras él le decía a la cara aquello que pensaba. Alessa parpadeó un par de segundos en silencio y sin expresión alguna en el rostro, lo observó sin decir nada antes de volver a tomar su periódico y cerrarlo en un movimiento fluido.
-En resumen… estas celoso- decretó en ese tono monocorde tomándolo por sorpresa ante tal declaración que a ella no le había movido ni una sola fibra nerviosa, inexpresiva y en silencio lo miró de frente y directamente a los ojos, le tomó un par de segundos salir de la impresión para levantarse de la mesa aún encabronado.
- CELOSO?! Yo? De ese rubio desabrido carita de muñeca?! YO?!- respondió enojado – No seas arrogante!- se quejó como si ella no pudiera entender el punto aun si estaba más que acertada en su interpretación de los hechos.- CLARO QUE NO!- dijo golpeando con fuerza la mesa logrando que el plato con el desayuno brincara un poco.
-Bien- contestó ella mirándolo de frente poniéndose de pie- porque lo que haga o deje de hacer no es de tu incumbencia- agregó en ese inmutable tono inexpresivo que tanto empezaba a odiar mientras salía por la puerta y bajaba las escaleras para abrir la librería al público.
Nate la miró, frío ante su contestación que le dejaba muy en claro que a ella poco o nada le importaba lo que pudiera sentir por ella, grito lleno de frustración sacando la varita y desapareciendo del lugar. Ya vería como se las arreglaría, lo cierto es que no quería estar más ahí.
FIN.
Porahí debo la tercera parte del Elsyder, en algún punto lo subiré ya sabemos que son felices para siempre y blablablah no?